El jardín de los monos

Cuentos de la Gran Bretaña: el cuento final

Víctor, Conchi y Nani en Warwick. Víctor, Conchi y Nani en Warwick.

Víctor, Conchi y Nani en Warwick. / Juan López Cohard

Escrito por

Juan López Cohard

Warwick se encuentra a trescientos kilómetros de Dover. Eso significaba que teníamos unas cuatro horas de viaje para embarcar y amerizar en Calais. He de decir que a través de unos potentes Walkie-Talkie íbamos conectados los dos coches, lo que nos permitía mantener conversaciones mientras nos desplazábamos con nuestras caravanas. Cuándo, una vez recogidos los arreos de acampada y puestos en disposición de marcha, salimos en dirección a Dover se nos ocurrió que, para entretenernos por el camino durante esas cuatro horas que íbamos a echar, podíamos ir contando historias o cuentos que conociésemos referente a los lugares, pueblos o ciudades que nos encontrásemos en la ruta elegida. O sea, más o menos hacer del viaje un “minidecamerón” o unos “minicuentos de Canterbury”. A los cuatro nos pareció que podía ser entretenido y aliviarnos esa relativamente larga etapa.

Conchi que iba la mar de contenta con su juego de té de cerámica de Wedgwood, comenzó con el primer relato contándonos que fue en Stadffordshire, algo más al norte de Warwick, donde comenzó en el s. XVIII el empresario e investigador del arte de la cerámica, Josiah Wedgwood, a expandir su industria, heredada de su familia que fueron alfareros desde el s. XVII. Una de sus claves fue inventar el pirómetro, aparato fundamental para medir las altas temperaturas en hornos y calderas. Pronto alcanzó la fama de ser el “Alfarero de la reina”, ya que su Majestad Charlotte, esposa de Jorge III y abuela de la reina Victoria, al quedarse prendada, como Conchi de su tetera, de una vajilla Wedgwood le concedió el permiso para nombrar la colección “Queens Ware” (“Artículos de Reina”).

A partir de ese momento su mercado se expandió por toda Europa, hasta el punto de que en 1772 recibió un pedido de casi mil piezas de la mismísima emperatriz de Rusia, Catalina la Grande. Después se hicieron muy famosas sus figuritas de porcelana, especialmente las de animales, en las que se reproducían desde animales exóticos hasta animales domésticos y de granja. Pero lo curioso es que las figuritas más demandadas fueron los perritos y, dentro de todas las especies caninas fabricadas, la más apreciada y conocida fue la raza Spaniel (Español) que presenta una carita triste pero divertida. Son piezas muy coleccionables y se venden por parejas. Las antiguas y auténticas nunca son iguales y todas son pintadas a mano. Estaba claro que Conchi sabía de lo que estaba hablando, por algo había gerenciado un comercio de artículos de regalos y decoración.

Continuamos con nuestra ruta celebrando la historia de Conchi que nos pareció curiosa y divertida cuando vimos anunciado el desvío para acceder a la universitaria ciudad de Oxford. Comenzamos a hablar de la fama de sus colegios, que en varias ocasiones habíamos visitado, y salió sin querer la rivalidad con Cambridge. En este punto, Víctor nos entretuvo con la segunda historia que tuvo toda nuestra atención. Sabéis -nos dijo- que en la primavera, todos los años desde 1829, se celebra “la regata” sobre el Támesis que enfrenta a las dos Universidades. Pues ese enfrentamiento no es tanto en lo deportivo como en la rivalidad entre los dark blues (azules oscuros) de Oxford y los light blues (azules claros) de Cambridge.

Pero esa rivalidad que sobrepasa el ámbito deportivo viene de hace unos 800 años y tiene su origen en un asesinato. En el siglo XII, sobre 1155, ya la Universidad de París impartía clases fuera del control de la Iglesia y en 1163 unos estudiantes ingleses procedentes de la universidad parisina fundaron la Universidad de Oxford. Después, durante el s. XIII aparecieron otras muchas universidades y, entre ellas, la de Cambridge en 1209.

Por esas fechas se cometió en Oxford un asesinato por el que fueron ejecutados varios estudiantes. Maestros y estudiantes, en protesta por esas ejecuciones, se declararon en huelga. La situación fue empeorando, por lo que los huelguistas decidieron abandonar Oxford y establecerse en Cambridge dando origen a su Universidad. Dado que surgieron problemas con los habitantes de la ciudad, en 1231 el rey Enrique III les concedió el monopolio de la educación en Cambridge con la condición de que sólo podían permanecer en la ciudad los estudiantes que estuviesen bajo la autoridad de un maestro reconocido.

Es curioso, pero desde entonces no ha cesado el antagonismo que se creó, pero el caso es que esa rivalidad quizá haya sido la causa de que ambas universidades acabaran convirtiéndose en unas de las más importantes del mundo. Con los siglos el prestigio de una y otra se ha visto fortalecido por la cantidad de hombres y mujeres ilustres que han egresado de sus aulas. En Oxford principalmente filósofos, como John Locke y Thomas Hobbes, economistas, como Adam Smith, Marshall o Schumacher y escritores, entre los que destacan Lewis Carroll, Oscar Wilde o J.R.R. Tolkien, mientras que en Cambridge han destacado los científicos como Darwin o Newton.

Realmente la historia es fascinante. Quién iba a suponer que una competición como la regata del Támesis, cuya fascinación radica en la formidable rivalidad entre las dos universidades, iba a tener su origen en un atroz suceso. ¡Lo que Víctor no haya leído sobre los lugares que visita…! Pero si es por leer, difícil es superar a Nani, que tiene un promedio de 4 ó 5 novelas al mes. Y, hablando de Oxford y sus escritores, vino a contarnos la historia de Charles Lutwidge Dodgson y su Alicia en el país de las maravillas. Oxford cuenta con numerosos y maravillosos colegios y hay algunos espectaculares, pero acordaos de uno que es especial por ser la iglesia catedral de la Diócesis de Oxford, el Colegio Christ Church. Pues en él hubo un profesor de matemáticas que además trabajó en la biblioteca del colegio. Dicho profesor fue más conocido por el seudónimo de “Lewis Carroll”. Un tipo curioso sin duda.

Fue muy religioso y llegó a ser archidiácono, pero donde alcanzó relevancia fue en la fotografía, aunque su obra le fue reconocida póstumamente y gracias al apoyo del Círculo de Blomsbury. Era muy aficionado a los trabalenguas que prodigó en su cuento de Alicia. De hecho su seudónimo era un juego de palabras, convirtió su nombre y apellido, Charles Lutwidge en Ludovic Carolus y de ahí nació Lewis Carrol. Cuando trabajaba como bibliotecario en el Christ Church College se asomaba por sus ventanas para ver jugar a las tres hijas del decano, Henry Liddell. La más pequeña, Alice, de tres años, “con flequillo y aquellos ojos soñadores” fue la musa de su Alicia en el país de las maravillas.

El cuento nació de los relatos que les contaba a las niñas cuando las llevaba a pasear en barca por el Támesis. Los paseos fluviales se sucedieron y los relatos fueron surgiendo de forma que terminaron haciendo protagonista de ellos a la propia Alice. La niña le pidió al Sr. Dodgson que se los escribiera y tiempo después, en la Navidad de 1864, le entregó una libreta de piel verde oscuro con un cuento titulado Las aventuras subterráneas de Alicia, estaba manuscrito e ilustrado. Al año siguiente, a instancia de sus amigos, amplió el cuento y le cambió el titulo por el que conocemos. Hoy día, este manuscrito pertenece a la colección del Museo Británico. No me digáis que no es preciosa la historia.

Para esa hora ya habíamos atravesado la mayor parte de los verdes pastos de la romántica y tranquila campiña inglesa, lo que los ingleses llaman los “cotswolds de Inglaterra”, de cots (ovejas) y wolds (colinas). Estábamos cerca de Dover, así que no hubo tiempo para contar ninguna otra historia. Embarcamos en Dover y desembarcamos en Calais. Fuimos a ver el conjunto escultórico conocido como Los burgueses de Calais que es una de las más famosas esculturas de Auguste Rodin, realizada en 1889. Ante tan majestuosa obra recordé que tuve la suerte de contemplarla también en Basilea, Suiza, y en piezas separadas de cada burgués, acompañadas por El pensador, también de Rodin, en Málaga, que fueron expuestas en calle Larios en el año 2007. Y así dimos por finalizados los Cuentos de la Gran Bretaña.

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