El viernes pasado, el profesor y periodista Teodoro León Gross, presentó su último libro La muerte del periodismo, que lleva como subtítulo Cómo una política sin contrapoder degrada la democracia. En él analiza, radiografía y disecciona la situación del que hasta ahora se ha considerado “el cuarto poder” dentro de una sociedad que ha evolucionado hacia la irrelevancia del valor esencial que sustentaba la propia necesidad del periodismo: la verdad. Pero el libro del profesor León Gross va mucho más allá del ámbito que concierne al periodismo y a los periodistas, su análisis es una alerta del cambio que se ha producido en la sociedad actual que ha supuesto la degradación de la democracia y de los valores éticos y morales que han estado por encima de los intereses partidarios de los políticos. Dice con contundencia y conocimiento de causa: “El político sabe, o debería saber, que el periodismo acaba por ser inútil cuando abandona su materia prima, que son los hechos, en su territorio natural, que es la verdad. Y ahí se ha certificado su derrota. El periodismo, sencillamente, o es un relato verdadero de los hechos relevantes, o no es periodismo”. Francamente, la frase es para meditar y echarse a temblar. Si la verdad es irrelevante, estamos ante una situación peor que si impera la mentira. La búsqueda y el respeto a la verdad es el motor que ha guiado a la humanidad hacia la civilización, hacia el progreso científico, social, político y económico.

De hecho, la verdad, en periodismo, no es negociable –dice el autor–. Pero, yo me pregunto: ¿puede, la verdad, ser negociable en política? ¿Puede ser irrelevante la verdad para el Gobierno, para el Parlamento o para el poder Judicial? Parece increíble que podamos estar ante una sociedad que pasa olímpicamente de los hechos que la realidad exhibe. No en la interpretación de esos hechos que pueden democráticamente diferir, sino de los hechos constatados. Estamos asistiendo a un espectáculo mundial en el que tanto la verdad, como los valores éticos y morales son indiferentes para la mayoría de la sociedad. Vemos como en EEUU., el candidato Trump, no es ya que mienta, es que desdeña la verdad o, mejor dicho, le importan un pimiento los hechos constatados, él dice y cuenta lo que quiere y sus seguidores le creen a pies juntilla. Como en las sectas los fieles siguen al gurú aunque este decida que hay que suicidarse. En España el pueblo ha canjeado el término “mentira” por “cambio de opinión” de forma natural y considera irrelevantes las verdades obvias. En las últimas elecciones generales, la amnistía era, para el Gobierno y los afiliados al PSOE, inconstitucional, un hecho tan evidente como constatado, o sea, una verdad. Pues, tras las elecciones, un día después, no solo se convirtió en verdad lo contrario, que era constitucional, sino que, además, amnistiar a los delincuentes del proceso de independencia catalán, se convirtió en necesario para el bien de todos los españoles.

Estamos ante la muerte del periodismo con una política sin contrapoder, que equivale a un sistema dictatorial y, por tanto, ante una democracia degradada, pero es aún peor la situación, porque, a mi parecer, estamos ante la muerte de la verdad. Ante una sociedad que, si no está muerta, está en la UCI y ha recibido la extremaunción. No dejen de leer La muerte del periodismo, es un libro indispensable y clarificador.

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